Salmo 50

Salmo 50 (Salmo de penitencia) según la traducción de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española:

1 Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mi culpa; 2 lava del todo mi delito, limpia mi pecado. 3 Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: 4 contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. 5 Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. 6 Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. 7 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. 8 Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. 9 Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. 10 Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renueva la firmeza de mi espíritu. 11 No me alejes de tu presencia, no me quites tu santo espíritu. 12 Devuélveme la alegría de tu salvación, que un espíritu generoso me sostenga. 13 Yo enseñaré tus caminos a los impíos, y los pecadores volverán a ti. 14 ¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y mi lengua aclamará tu justicia! 15 Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. 16 Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. 17 El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, oh Dios, no lo desprecias. 18 Por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén. 19 Entonces aceptarás los sacrificios rituales, las ofrendas y los holocaustos; sobre tu altar se ofrecerán novillos.

Salmo 50

El Salmo 50, también conocido como el Salmo de penitencia, es una oración de arrepentimiento y perdón que se utiliza comúnmente en la liturgia católica durante la Cuaresma y en la confesión sacramental. En este salmo, el salmista reconoce su culpa y su pecado, y se dirige a Dios en busca de perdón y purificación.

El salmo comienza con una súplica al Señor para que tenga piedad del salmista y borre su culpa. El salmista reconoce que ha pecado y pide a Dios que lo limpie de su pecado. El salmo continúa con una confesión detallada del pecado del salmista, reconociendo que ha pecado contra Dios y que ha cometido la maldad que Dios aborrece.

El salmista expresa su deseo de ser purificado y renovado por Dios, y pide que Dios le conceda un corazón sincero y una firmeza de espíritu. El salmista también pide que Dios no lo aleje de su presencia ni le quite su Santo Espíritu.

En la segunda mitad del salmo, el salmista ofrece una promesa de enseñar los caminos de Dios a los impíos, y de llevar a los pecadores de regreso a Dios. El salmista pide a Dios que lo libere de la culpa del pecado y que lo llene de alegría y salvación.

El salmo concluye con una alabanza a Dios y una súplica para que Dios acepte los sacrificios rituales y las ofrendas. El salmista reconoce que los sacrificios no son suficientes para satisfacer a Dios, sino que lo que Dios busca es un corazón quebrantado y humillado.

En resumen, el Salmo 50 es una oración de arrepentimiento y perdón que reconoce la culpa del salmista y su necesidad de purificación y renovación. Es una súplica a Dios para que tenga piedad y para que conceda un corazón sincero y una firmeza de espíritu. Es una expresión de confianza en la misericordia de Dios y una promesa de vivir una vida de enseñanza y de volver a los pecadores a Dios.